domingo, 17 de julio de 2011

Never, never, never.


Esta canción sale en una de mis novelas favoritas. "Nunca me abandones"  me dio tanta ternura la parte en la que el personaje narra lo que sentía cuando escuchaba esa canción, que siempre que la escucho - no es así que me guste horrores- no puedo evitar pensar en Kathy  encerrada en su recamara escuchándola. El párrafo dice así. 
"¿Qué es lo que tenía de especial esa canción? Bueno, lo cierto es que no solía escuchar con atención toda la letra; esperaba a que sonara el estribillo: "Oh, baby, baby, ...Nunca me abandones..." y me imaginaba a una mujer a quien habían dicho que no podía tener niños, y que los había deseado con toda su alma toda la vida. Entonces se produce una especie de milagro y tiene un bebé, y lo estrecha con fuerza porque se siente tan feliz y en parte porque tiene miedo de que suceda algo,  de que el bebé se ponga enfermo o de que se lo lleven de su lado. Incluso en aquella época me daba cuenta de que no podía ser así, de que tal interpretación no casaba con el resto de la letra. Pero a mi no me importaba. La canción trataba de lo que yo decía, y la escuchaba una y otra vez, a solas, siempre que podía."
Me han pasado las dos cosas. Cuando estaba en secundaria escuchaba muchas canciones en inglés porque era la moda. Sobre todo baladillas rock. ¡Eran los 90's! y era de lo más cool. "Crazy" de Aerosmith me paraba los pelos de punta. Yo entendía algunas cosas pero me gustaba interpretar la historia a mi modo. Era feliz. Después cuando comencé a estudiar el idioma me di cuenta de que la mitad de mis canciones favoritas no tenían nada que ver con lo que yo sentía al interpretar el mensaje. Tuve un sentimiento de ¡qué chafa! mientras yo muy emocionada en la ingenuidad. Y también me pasó lo segundo. Ha habido bebés en mi vida a quienes nunca quise que me abandonaran. Una nunca volvió. No era mía.