jueves, 23 de junio de 2011

Verano peligroso, verano criminal

El inicio de verano no pudo llegar de mejor manera que con un calor de cuarenta grados durante el día, treinta y pico en la noche y…¡sin luz! Bievenido. “Misteriosamente” se está yendo la luz en las casas de la ciudad. Una semana toca en un sector, luego en otro. Los de la compañía telefónica nos dicen que hubo un choque y están reparando, pero qué curioso que ese mismo borracho choque por distintos puntos de la ciudad tan seguido. Yo creo que tiene que ver con la delincuencia. Y cuando pienso en eso me da tanto coraje con la horda de enfermos que van a llenar los Casinos de toda la ciudad (hay tantos como si fueran Super 7) a sabiendas que son establecimientos de la delincuencia para lavar dinero y comprar armamento. Se quejan de la inseguridad pero van y los financian. #win

Me gustaban los veranos cuando era niña. Lo bueno comenzaba con la entrega de calificaciones, aventar la mochila y el horrendo uniforme y planear los horarios de calle y jugadera. Por lo regular en las mañanas mi mamá siempre nos educó para hacer limpieza, teníamos que barrer, trapear, lavar el patio, recoger las gracias de los perros, y la tarde era libre. Los primeros días le insistía a mi mamá para ir a comprar shorts nuevos (como amaba la ropa fosforescente de moda en los 89-90’s) y por supuesto tenis nuevos también. Esto era más complicado porque yo los quería a la moda y mi papá siempre ha sido algo fijado con el dinero. El resto era salir y andar de callejera hasta las nueve de la noche. En la calle era líder, en la escuela era tímida.

Éramos muy mensos y nos entreteníamos con cualquier cosa. Con una pelota te podías divertir bastante. Creo que teníamos a favor que en ese entonces muy pocos tenían televisión por cable porque era muy cara, también la antena parabólica gigante en el techo. No existían las computadoras. Ni tanto curso pendejo de verano como ahora. Todo era pura creatividad y resistencia. Yo no leía ni las zucaritas (de lo contrario hubiera sido de las que se quedan devorando novelas mientras oyen a los niños gritar en las calles). Lo mejor que me pudo pasar fue tener aquella bicicleta rosa fosfo que tantas emociones me dio. Verano era la palabra preferida en ese entonces.  Una de nuestras clásicas: 




Pero… después de la pubertad, alrededor de los 15 años, los veranos se convirtieron en: “¿Me estoy enamorando?” “Pero es que ella…” “No me llamó” “¡¿Por qué se junta con Fernanda?!” “¡Tengo que quedar en esa convivencia de FM. Tú radio! ¡Así sea lo último que haga!” “Me gusta pensar en ella todo el tiempo” “No duran más de dos horas los labiales Jordana” Y así poco a poco te vas convirtiendo en lo que eres ahora… pura quejadera del verano. Mejor aquí le dejamos :p