lunes, 18 de abril de 2011

Días santos, ayeres inoportunos

Bien, los días santos nunca me han gustado. Me provocan una adversión extraña y no sé a quien culpar, si a mis padres por ser tan religiosos o a los extraños sucesos de la inquisición en mi historial kármico. El caso es que desde el jueves hasta el domingo los siento pesados. Cuando eramos niños se nos obligó a mis hermanos y a mi a hacer la visita de los siete templos, guardar silencio -casi, casi no ver tele esos días- ir a la misa esa laaarga y meditar en Jesús. Yo que siempre he sido algo salvaje preferia imaginar que era artista y salía de gira. En ese entonces quería ser el guitarrista de Roxette. Así que mientras nos hincábamos y nos parábamos en las misas mi cabeza iba mucho más lejos.


Nunca me he ido de vacaciones a la playa en Semana Santa, no me parecen tiempos apropiados para disfrutar el mar (que siempre asocio a verano) así que siempre me entraban ganas por lugares más rústicos como Guanajuato, Querétaro y así. Ahora ya ni viajar se me antoja. Y tampoco quiero quedarme acá. Pues quien me entiende.


B. me escribió justo después de el post pasado. Y sigo sin entenderla, me cuenta algo, ahí, muy escuato como si no quisiera perder el contacto y luego se va. Ya no quiere entretenerse conmigo como antes. No la culpo, el amor es el amor. Pero me causa gracia como tenemos esa telepatía extraña. Ella es una psicóloga nata. Me descifra de inmediato, pero yo soy muy diestra y me muevo mucho. Es como la frase que alguna vez me dijo un date, "cuando tú vas por la leche yo ya vengo con los quesos" un día gana ella otro yo. También recibí un mail de E. y sonreí. Además M. sigue rondando y mandándome indirectas. Supongo que es la primavera, nos pone así.